En vez de lago, brotó un Río de Luz…

Mientras el Emmo. Sr. Cardenal Primado de México, Don Ernesto Corripio Ahumada pronunciaba su inspirada e histórica homilía el 16 de diciembre de 1979 en la solemne celebración Eucarística cuando fue coronada en nombre y con la autoridad de S.S. Juan Pablo II, la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe Salud  de los Enfermos, sorpresivamente apareció un intenso rayo de luz que venía de lo alto para posarse en las manos de la Virgen, inundando su seno inmaculado.

En esos momentos el Sr. Cardenal hacía resplandecer la verdad del Evangelio con estas palabras: “María es un Río de Luz y de Amor. Se nos ha querido manifestar y presentar cómo Río. Ella transmite esa Luz y ese amor que brotan de ese inagotable manantial que es Cristo nuestro Señor. Llegue ese Río de luz a todos los hombres y pueda de esa manera extender ese Reino de Dios a todo el mundo… Nos ha traído la Luz haciendo que esa Gloria no solamente nos haga vivir individualmente como hijos de Dios, sino que nos haga sentir que somos miembros de su REINO que debemos extender, que debemos procurar difundir por todas partes, llevando la Obra de Cristo a todos nuestros hermanos… Así seremos portadores del reflejo de María…”

Era la jora de la luz. Medio día. La luz intensa de la fe que nos permite penetrar en el misterio del Reino de la Luz, el REINO que Santa María de Guadalupe vino a establecer en nosotros al pedirnos la edificación de un templo que el la Luz de Luz. El Sol que nace de lo alto, luz verdadera que viene a iluminar y a caldear los corazones para convertirlos en fuego de amor vivo…

Dios se manifiesta a los hombres de diversas maneras, desde el Paraíso hasta la manifestación de Belén al Pueblo escogido a través de los pastores, entre los esplendores de Navidad; y su manifestación a todos los hombres en la persona de los Magos, por medio de una estrella resplandeciente.

En Navidad y Epifanía, máximas revelaciones que culminan y preludian las constantes manifestaciones del Dios Verdad y Vida, que se entrega hecho Amor a los hombres, en el devenir de la Historia salvífica, con esplendores que venciendo las tinieblas, orientan y animan a seguir buscando el Camino que nos lleva al Padre. Porque en el lenguaje bíblico la luz es sinónimo de la gracia; y las tinieblas son sinónimo de pecado. Viniendo Dios a darnos la gracia y destruir el pecado, tenía forzosamente que hacerlo irradiando luz.

Era la hora marcada por Dios para coronar a la Madre del Verdadero Dios por quien se vive, en su Imagen de Guadalupe, Salud de los Enfermos, Río de Luz hecho Amor para la edificación del REINO.

Era el momento de la coronación que ha tenido por finalidad primordial el reinado del Corazón de Cristo en la Iglesia y en la Patria; su reinado pleno en nosotros y por medio de nosotros.

Con razón el Sr. Cardenal Primado acentuaba en esos momentos:

“Este es nuestro compromiso. El compromiso de proclamar a María Río de Luz y Río de Amor… Para que nos abramos a la Luz, para que la Luz de Cristo, por medio de ese Río, que es María santísima, pueda llegar hasta nuestras almas…para que el Amor de Dios que se ha desprendido desde el seno de la Trinidad Santa, y se nos ha manifestado en el Corazón de Cristo abierto en la Cruz, pueda así ampararnos a todos los hombres y vivificarnos a todos y encendernos en eses Amor para vivir íntegramente nuestra vida cristiana…”

¡Qué delicadamente inundaba el rayo de luz la figura del Ángel que como extasiado contempla a María en un acto sublime de veneración, dando un toque artístico y espiritual a la Imagen!.

Este Ángel representa al Ángel custodio de la Parroquia de Cristo Rey y Santa María de Guadalupe, aquí donde la Confraternidad de Operarios del Reino de Cristo sirve alegremente el Pueblo de Dios bajo la limpia mirada d ese mismo Ángel custodio que también protege amorosamente a todos los que aman a Santa María de Guadalupe y en ella confían, particularmente los que la aman y la invocan como Reina de la salud y Río de Luz en su Quinta Aparición.

Por eso se inició la histórica ceremonia con el rezo del Ángelus, a las 12 horas meridiano en punto, cundo el himno Guadalupano del reloj de la Parroquia invitaba al Pueblo de Dios a invocar a Nuestra Señora, recordando el momento más excelso de la Historia, cuando tras el saludo del Ángel a la siempre Virgen María Dios se hizo Hombre en su vientre purísimo. Rezando el Ángelus comenzó el importante cortejo de los Concelebrantes que procesionalmente se dirigían a la iglesia parroquial hasta el Altar, atravesando la Plaza del Pueblo; y en el fondo del cortejo, como un sello luminoso de Dios, lucía la Corona transportada en andas sobre los hombros de Apóstoles seglares. Esta corona vivificada por la presencia esplendente de los Ángeles, luz creada de la luz increada de Dios, presentes más que nadie en este anhelo ferviente de coronar a María , Reina del Cielo y de la Tierra.

El coro entonaba con piedad reverente “Día y noche van tus Ángeles, Señor, conmigo”, y el Pueblo contagiado por el fervor clamoreaba con eco potente “Día y noche van tus Ángeles, Señor, conmigo”, era la llamada de los Ángeles, la Milicia Angélica de María, para que cielo y tierra unidos coronáramos a la Reina. Y ellos respondieron como mensajeros y servidores de Dios y de María en beneficio nuestro, ya que la feliz realización de este Acontecimiento, solo es explicable por la intervención delicada y misteriosa de los Santos Ángeles pues en lo humano todo sobrepasó nuestras fuerzas.

Y el Rey del Reino, el Sol que nace de lo Alto, descendía  en un espléndido rayo de luz para inundar a la Virgen y del Ángel que extasiado la venera, manifestando su complacencia divina por esta coronación.

“Aquí parad, que aquí está

Quien luz a los cielos da…

“no busquéis estrellas ya,

Porque donde el sol está

no tienen luz las estrellas”

(Lope de Vega).

Cosa admirable: en ese inmenso rayo de luz naciente de lo alto que inunda la Imagen de María cuyas manos se extienden hacia nosotros como Ríos para llenarnos de la Luz de Luz, y del Amor que lleva en su vientre virginal, y que nace en medio de la noche para disipar toda tiniebla, en este intenso rayo de sol descubrimos claramente dibujada la cruz que nos lleva a la Luz…

¿Casualidad? ¡No!

Es la presencia viva de Aquel “que nos hace señas tras de las cosas grandes y pequeñas”.

¿Milagro? Tampoco lo afirmamos.

¿Gracia Extraordinaria de Dios? ¡Ciertamente!

Quiso el señor manifestarnos su complacencia por esta Coronación que unidos a los Ángeles del cielo realizábamos llenos de Amor a la Santísima Señora. Aceptamos que este significativo rayo de sol se explique como fenómeno meramente natural. Pero es sorprendente que, cuando el sol cae a plomo, por ser el medio día se filtrara este rayo con la inclinación de la luz matinal.

Además cerca de veinte minutos duró el rayo inmóvil, iluminando a la Imagen, y pudimos percibir que se acentuaba su intensidad en el momento de su coronación, como lo captaron las cámaras fotográficas.

Es notable constatar también que el intenso haz de luz iba directa y exclusivamente al vientre virginal, y a las manos de la bendita Imagen sin tocar la tierra, y sin cubrir siquiera la parte inferior del cuadro a donde debería llegar el rayo luminoso.

¿Cuáles fueron los juegos de luz y sombra que configuraron la Cruz que tan claramente vemos dibujada al nacer el torrente luminoso, y que tan hondo significado tiene para nosotros? Tampoco lo sabemos.

Pero si  podemos afirmar que este rayo de luz es signo  de la complacencia de Dios para con su Madre Santísima que precisamente en este lugar se dio a si misma el nombre de Guadalupe que significa Río de Luz.

Prueba palpable de que Dios quiere seguir comunicando su luz y su Amor a los hombres por medio de María en este sitio de su Quinta Aparición donde ella realiza el primer milagro como Guadalupana curando a Juan Bernardino. Manifestación de que Dios quiere que a orillas del lago de Texcoco siga floreciendo el milagro Guadalupano.

Expresión también de la complacencia del Rey del Reino porque esta Coronación se encamina al reinado de su Divino Corazón en nosotros y por medio de nosotros, y clara constatación del que Él nos concederá las gracias por medio de María para que sea magnifica realidad su Reino de Verdad, de Luz y de Amor, entre nosotros.

Signo manifiesto de que María seguirá comunicando la salud integral que nos viene de Cristo a todos los enfermos, que al conjuro de su amor se conviertan como Juna Bernardino en alegres constructores del hombre nuevo del Templo Vivo. Por todo lo cual Santa María de Guadalupe en su Santuario de Tulpetlac seguirá siendo Reina y madre no solo de Juan Diego, sino de todos los que como Juna Bernardino la invoquen y en ella pongan su esperanza.

Garantía divina de que el Santuario de la Quinta Aparición seguirá siendo bendecido con especiales gracias sacerdotales, ya que María aparece a Juan Bernardino, mientras Juan Diego va en busca del Sacerdote que instantemente le pide su tío en aquel momento crucial de su vida, porque el Sacerdote, Vicario del Amor de Cristo, es también Luz y Vida para los Hombres.

Rayo de luz que esclarece y sintetiza el mensaje Guadalupano: en el Tepeyac la Virgen envía a Juan Diego con el Obispo para la edificación del templo material que Ella pide. En su Quinta Aparición envía también a Juan Bernardino con el obispo para que haga saber en qué forma milagrosa lo curó, y manda se le nombre a Ella y a su Imagen aparecida en el ayate de Juan Diego con el nombre de GUADALUPE, lo cual se encamina a la Edificación del templo vivo que Ella anhela. Edificación del templo: meollo y sustancia del Mensaje Guadalupano.

Todo con la Jerarquía, presente aquí en el Excmo. Sr. Obispo de Texcoco, y el Emmo. Sr. Cardenal Primado de México que en nombre y con autoridad de S.S. Juan Pablo II realizan la coronación. Jerarquía presente también en la espléndida Corona de Excmos. Srs. Obispos asistentes a la Coronación.

Guadalupe, Río de Luz, hecho amor, para la Edificación del REINO.

¡Feliz coincidencia! El Sr. Cardenal Primado terminaba su homilía sin percatarse del intenso rayo de luz que iluminaba ya plenamente en aquel momento la Imagen de María, diciendo:

“Al retirarnos de aquí, llevemos sobre nuestro corazón el reflejo de esta imagen coronada. Que este reflejo nos aliente, anime y fortalezca en todos los momentos de nuestra vida cristiana”.

Esta voz del Sr. Cardenal se hace Luz y Verdad de Cristo, que por medio de este rayo nos habla maravillosamente a todos los que amamos a Santa María de Guadalupe y el Ella confiamos.

En aquel momento las bóvedas del Santuario de la Quinta Aparición resonaban con las voces que con un hondo sentido espiritual, interpretaban las canciones guadalupanas de Tulpetlac:

“Hoy aquel lago hermoso ya se ha secado,

en Tulpetlac ya no hay un lago azul;

mas la Virgen su nombre ha dejado:

en vez de lago brotó un Río de Luz…”

Tulpetlac, suelo dichoso

Junto al lago Texcocano,

En ti floreció el glorioso

milagro guadalupano

 

Río de Luz, 16 de diciembre de 1979

Autor entrada: SGCORC