Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Solemnidad del Sagrado Corazón

08 de junio de 2018

Celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón, se trata de algo más que una simple devoción del pueblo. Hablamos de una profunda y seria espiritualidad, que hunde sus raíces en la Sagrada Escritura, en la Palabra de Dios.

El “corazón” en la mayoría de las culturas, pueblos, religiones ha expresado realidades diversas, que van más allá de un órgano anatómico o fisiológico, motor de la vida biológica del hombre y de muchos seres vivos.

Se utiliza la palabra “corazón” para evocar no solamente los sentimientos del hombre, sino también su carácter, sus disposiciones, sus intenciones y su voluntad. Se describen cualidades y defectos. También expresa la inteligencia. El corazón es lo íntimo del hombre, el ”hondón”, impenetrable para los demás, a veces hasta desconocido para uno mismo, esa región interior de dónde proceden los movimientos más profundos del sentimiento, de la inteligencia y de la voluntad, que hacen tomar decisiones.

El “corazón” expresa también el estado de ánimo, el valor, el temor, el coraje, la tristeza, la alegría… en definitiva todo lo íntimo que hay en el ser.

En la Sagrada Escritura es un término que se utiliza con mucha frecuencia tanto en el Antiguo Testamente como en el Nuevo.

En el A. T aparece 814 veces refiriéndose al corazón del hombre y 26 veces al Corazón de Dios (uso antropomórfico). En el Nuevo Testamento se utiliza 159 veces y tan sólo dos veces en referencia a Dios.

En sentido bíblico la palabra “corazón” tiene muchos más sentidos que en nuestro diccionario.

En las lenguas modernas “corazón” en sentido propio: el corazón físico y en sentido figurado: ánimo, valor, espíritu, voluntad, amor, benevolencia, el medio o centro de una cosa, el interior de una cosa inanimada. También hace referencia a la vida afectiva, del sentimiento o de la voluntad, o a un comportamiento moral sincero, sin doblez

En la Biblia el campo semántico es mucho más dilatado: El corazón ve, oye, habla, camina, cae, está en pie, se alegra, llora, se conforta, se endurece, desmaya, se duele, teme, quiebra, se enorgullece, se rebela, inventa, engaña, desborda, proyecta, desea, se extravía, es lujurioso, reanimado, robado, humillado, inducido, yerra, tiembla, despierta, ama, odia, envidia, es sondeado, rasgado, es meditativo, ardiente como fuego, duro como piedra, se arrepiente, se calienta, muere. Se derrite, es capaz de recibir palabra, de tener miedo, de desear lascivias, de obstinarse, de alegrarse, de engañar, de hablar dentro de sí y de admitir soborno, escribe palabras, traza planes, recibe mandamientos, obra con orgullo, hace arreglos y se exalta así mismo.

Son muchos los pasajes donde podemos ver que el corazón es lo interior de una cosa, la vida interior del hombre, la vida afectiva, los sentimientos y la voluntad. También la vida cognoscitiva o intelectual, la vida moral y religiosa. El corazón es el hombre, es la persona.

No cabe duda que esta forma de entender “el corazón” en la Sagrada Escritura nos ayuda a comprender cuando se habla del Corazón de Dios. Se utilizan expresiones antropomórficas para introducirnos en el conocimiento de Dios. Un conocimiento no sólo intelectual sino vivencial.

Lo que el A. T. dice del corazón de Dios no son meras especulaciones sino deducciones de su relación con el hombre, de lo que Dios piensa, espera y ordena. Nunca ha exigido al hombre nada que Él no haya hecho primero. Si exige un amor radical y total es porque Dios mismo ama así. La pasión de Dios por el hombre es lo que explica el que se sienta defraudado y hasta se arrepienta de haberlo creado. Pero sabe <volverse atrás> de la amenaza y prometer con toda decisión que no volverá a maldecir la tierra por causa del hombre.

En el libro del profeta Oseas podemos conocer el corazón de Dios para con los hombres en el Antiguo Testamento, especialmente en el 11, 1-11: Como proeza cumbre se menciona la liberación de Israel, a quien le llama niño e hijo, del poder de Egipto (v. 1). A más llamamiento por parte de Yahvé, correspondió su pueblo con más alejamiento (v. 2). La postura de Dios es enseñarlo a andar, cogerlo en brazos, caricias… confianza en él (v. 3-4). Amenaza del poder asirio (v. 5-6). Pero el pueblo sigue sin volver a Dios (v. 7). Dios se interroga: ¿Cómo te voy a dejar Efraín?, ¿Cómo te voy a entregar Israel? ¿Cómo va a ser posible abandonarte…? (v. 8-9).  Mi corazón ha dado un vuelco dentro de mí y me arden las entrañas (v. 9) No llevaré a cabo mi cólera, no volveré a aniquilar a Efraín, pues soy Dios y no un hombre… Acaba con el anuncio de la salvación de su pueblo. Dios se hace violencia para que triunfe su misericordia.

Una cosa resulta clara en el A. T.: la pasión constante de Dios por el hombre.

Es el centro y sentido de toda la Escritura: Dios está enamorado de su pueblo, ama al hombre.

Podemos decir que Dios, cuando utiliza la palabra corazón refiriéndose a sí mismo, manifiesta que es: misericordioso, clemente, paciente, lento o tardo a la ira, de mucha fidelidad y lealtad, que guarda la fidelidad hasta la milésima generación, que perdona la iniquidad, el delito y el pecado, aunque no deja impune…

La misericordia es la característica principal de Dios y lo que “más le gusta ejercitar”

Tenemos salmos, proverbios, pasajes proféticos, hechos históricos que muestran continuamente la misericordia del Señor… desde el Génesis hasta el Apocalipsis toda la historia de Salvación está perfumada con el precioso olor de la misericordia.

Existen poemas que podemos llamar “Salmos de la misericordia” porque están traspasados por el actuar amoroso del Señor con el cuál se vuelve hacia sus fieles. La palabra misericordia posee una gran riqueza de significados: ternura, gracia, indulgencia, benevolencia, amor. Si hay un lugar en el que habita la misericordia divina este es el seno, las entrañas: las entrañas maternas de Dios se conmueven hasta el punto de perdonar el gran pecado cometido. La misericordia da vida, nace de las entrañas, del seno, del corazón del Señor.

Expresión de esta misericordia es uno de los dos pasajes donde se habla del corazón de Dios en el N. T. Es verdad que prácticamente no se utiliza esta expresión en el N.T. pero cada una de sus páginas rezuman ese amor misericordioso de Jesús.

En Mt. 11, 28-30: “En aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”

Jesús se presenta como manso y humilde de corazón. Su corazón es descanso y consuelo porque es veraz, humilde y manso… esta expresión viene dado en un contexto de amor, de compasión, de misericordia.

El evangelio de San Lucas ha sido denominado el Evangelio de la misericordia. Todo él posee un hilo conductor que es la misericordia y en él encontramos las llamadas parábolas de la misericordia, que nos muestran en rostro misericordioso del Padre en las actitudes, comportamientos del hombre. Las parábolas están conectadas con la vida y la interpretan.

La misericordia es una cuestión de corazón que, no obstante, no debería confundirse con el sentimentalismo. Algunas parábolas de la misericordia nos muestran ésta como fruto de la decisión del corazón del hombre. La belleza de las parábolas de la misericordia se decide en un corazón humano despojado: Se está lejos de una misericordia barata, a favor de una que genera y mide la pasión entre los seres humanos con la de Dios.

El Corazón misericordioso de Dios se descubre en estas parábolas.

Toda esta manifestación de la misericordia, del amor, de la compasión… de Dios en el A. T. y la plenificación en el N. T. con la entrega de la última gota de sangre y agua del costado de Cristo nos lleva a una correspondencia de amor.

Y aquí es donde podemos situar el acto de consagración que vamos a hacer al Sagrado Corazón de nuestras personas, familias, comunidades y de la Confraternidad de los Operarios del Reino de Cristo.

Toda la historia de la Salvación podemos considerarla como un continuo acercamiento de Dios al hombre que culmina en Cristo.

Dios ha buscado al hombre continuamente y ha realizado diversas Alianzas con él. En torno al concepto de alianza gira toda la teología del A. T. Se resalta la fidelidad y permanencia de parte de Dios, que siempre toma la iniciativa. La Alianza con Noé, que es la alianza con todos los hombres, es eterna; la alianza con Abraham, en que serán bendecidas todas las naciones, es perpetua; lo es la alianza con Jacob, con Israel; con David y su descendencia, la sacerdotal con Aarón…

La razón de la permanencia de la alianza no está en el hombre, que falta fácilmente a sus compromisos, sino en la fidelidad de Dios.

La Alianza más importante del A. T. es la que Dios hace con su pueblo Israel. Desde el comienzo, la Iglesia, tuvo conciencia de ser la continuadora del viejo Israel, subrayando que se realiza una “nueva alianza” con el Cordero inmolado, que es Cristo. Es el nuevo pueblo de Dios, es la congregación de los santos, de los consagrados a Dios.

Jesucristo es el rostro misericordioso del Padre, es la manifestación plena de la misericordia, del amor; es la cercanía más íntima y próxima de Dios al hombre, como Dios y como hombre; es el Cordero degollado; es el corazón traspasado; es el artífice de la Nueva Alianza.

Todos fuimos consagrados en el bautismo, fuimos elevados de categoría, pasamos de ser esclavos a ser hijos, de ser profanos a sagrados.

¿Cuál ha de ser la respuesta del hombre a ese Corazón ardiente, misericordioso, amante?

Nuestra respuesta es la aceptación de esa consagración; la vivencia de nuestro ser hijos de Dios; la renovación de nuestra consagración; el compromiso de vivir la Nueva Alianza; el buscar tener un Corazón semejante al suyo… en definitiva el ser según su Corazón.

Pbro. Lic.  Miguel Ángel Herrero Pascual

Sub director General CORC

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