Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Jesús.
Santiago de Querétaro, Qro. Octubre 2019
En el Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Jesús de los Operarios del Reino de Cristo se celebró el 27° aniversario luctuoso de nuestro venerable Fundador el P. Enrique Amezcua Medina; en honor a él hicimos un evento que duró 4 días con diversas actividades, en el que se invitó al clero de la Confraternidad y laicos, fomentando el aprecio a nuestro padre fundador. Las actividades se distribuyeron así:
Viernes 25 de Octubre
Iniciamos los eventos en honor al P. Enrique con una vigilia al Santísimo Sacramento en donde tuvimos la presencia de laicos por un breve momento, la intención fue pedir por el eterno reposo del Pbro. Enrique Amezcua, el crecimiento de nuestra Sociedad de Vida Apostólica, la santificación de sacerdotes en especial del clero CORC y el aumento por las vocaciones sacerdotales. En la vigilia los seminaristas nos organizamos para permanecer en vela por lo menos una hora, distribuyéndonos equitativamente. La adoración culminó con la Bendición con el Santísimo en la mañana del día siguiente, y listos para comenzar la Misa.
Sábado 26 de Octubre
Comenzó este día con la Misa matutina celebrada por el Pbro. Filiberto CORC; en la homilía habló sobre las enseñanzas del P. Enrique como formador, como hermano sacerdote y sobre todo como padre fundador. Una prédica a la cual se le puede sacar mucho fruto ya que convivió con el P. Enrique un buen tiempo. El P. Filiberto, nos compartía que está convencido de las virtudes heroicas del P. Enrique, propias de un verdadero hombre de Dios.
Por la tarde vimos un video que existe del día del funeral del P. Enrique (28-Oct-1992), donde se muestran dos Misas que le hicieron en un mismo día, la procesión con el féretro del P. Enrique al Santuario de la Quinta Aparición Guadalupana y el momento de su entierro.
El video fue algo muy emotivo e impresionante para nosotros, seminaristas, ya que el ver al hombre que hizo esta gran obra aquel día de su ida al Padre Celestial causa una especie de motivación vocacional. Es impresionante ver a toda esa muchedumbre que lo acompaña, a todos los sacerdotes, sus hijos que están con él hasta el final, los 2 obispos que van a celebrarle la Eucaristía y las homilías inspiradas en la vida y obra del P. Enrique. Tenemos una gran dicha al tener grabado el día de su partida al Reino de Cristo en el cielo.
Domingo 27 de Octubre
Comenzó con una conferencia sobre la vida del P. Enrique dada por la secretaria personal del P. Enrique: Concepción Rocha Macías donde dio a conocer a un P. Enrique desde un lado más personal, más íntimo; cercano a la gente, preocupado por los seminaristas, sobra decir sus grandes virtudes como hombre de oración, trabajador, incansable, un “pastor con olor a ovejas”, un padre amoroso y misericordioso, humilde, cortés y su interés personal antes que el propio y cabe mencionar sus defectos, como su fuerte carácter, su intolerancia cuando las cosas no se hacían bien, pero es más que obvio que como persona también tiene defectos y se equivoca, sin embargo como todos los hombres que practican la santidad supo reconocer esos defectos y pulirlos para ser perfecto cada día, íntegro como Jesucristo lo es. La señorita Concepción también nos habló de cómo el P. Enrique vivió heroicamente y con un sublime grado de ofrecimiento sus últimos años de enfermedad y, de alguna manera, los momentos difíciles posteriores a su no elección como Director General.
Después vivimos la Santa Eucaristía presidida por el subdirector regional de nuestra Confraternidad el Pbro. Gilberto Moya, concelebrada por los padres formadores del seminario y algunos más confesando. El P. Moya en su prédica habló sobre la santidad del P. Enrique y todo lo que dio por la realización de la obra de Dios. Al finalizar el Banquete Celestial se ofreció un aperitivo para la feligresía en la explanada del seminario, así como una convivencia con laicos, Presbíteros y seminaristas juntos como miembros de una sola Iglesia.
Lunes 28 de Octubre
Comenzó el evento a las 5:00 pm con un video de dos horas sobre la vida y trabajo que el P. Enrique, realizaba en su día a día, mostraba cómo era su trabajo pastoral como párroco de Tulpetlac, su trabajo como formador de los seminarios, la fundación como Pía Unión, la coronación pontificia de la imagen de la 5ª Aparición Guadalupana, entre muchas otras actividades que fervientemente realizaba el P. Enrique por el Reino de Cristo en la Tierra. Fue sumamente impresionante ver el mismo día de la fundación de la Confraternidad, aquel 12 de septiembre de 1963 y cómo él y el P. Everardo realizaron su incorporación plena y el P. Enrique asume como primer Director General.
Como día de su aniversario luctuoso se celebró la Santa Misa presidida por el Director General de la Confraternidad el Pbro. Esteban Alcocer González, concelebrada por los padres formadores del Seminario, el vicario de la parroquia de Sn. Isidro. En la homilía dicha por el P. Esteban habló sobre el P. Enrique, todo su empeño para que los designios de Dios se realizaran, como vivió sus últimos años y el gran legado que nos dejó en su “Testamento Espiritual”; el gran Carisma que nos caracteriza. En su predicación motivaba continuamente a sacerdotes y seminaristas “ser según el Corazón de Cristo” programa de vida que nos dejó el fundador.
Al terminar la sagrada liturgia los seminaristas repartieron tarjetitas con la imagen del P. Enrique en su cantamisa la cual al reverso traía una oración por la familia; a los sacerdotes se les dio una con la oración del sacerdote y a los seminaristas una con la oración por su vocación, copiadas del oracional “Río de Luz”. Se ofreció una cena para todo público preparada por las Madres Misioneras Marianas en la que convivimos sanamente como iglesia, como hermanos en el Señor, además de una rifa donde los convidados se ganaron grandes regalos.
Enseñanza general:
El P. Enrique siempre da un ejemplo de santidad, que hasta sobra decirlo, pero él enseña que así como San José Sánchez del Río, ‹‹mártir del que fue muy devoto ya que por él le nació la vocación a la vida sacerdotal›› que dio la vida por defender su fe, así nosotros sacerdotes y seminaristas demos la vida por la expansión del Reino de Cristo hic terra. Nuestro Fundador lo demostró con su ejemplo, fue hasta que por la enfermedad cayó en cama y desde ahí no dejó de trabajar por las vocaciones, por su parroquia de Tulpetlac, por la formación de sus sacerdotes y el futuro de esta gran Obra que Dios le encomendó. Un gran amor a la Virgen que siempre recalcaba en sus formandos que incluso se notaba a simple vista. Finalmente esa vida de oración intensa con grandes encuentros con el Señor en el interior de su corazón que lo alimentaban para darle fuerzas y no desistir. Ahora nos toca a nosotros continuar con la “expansión del Reino de Cristo” a ejemplo del P. Enrique.
Lo que más me llamó la atención fue la inagotable energía que tenía para todas las exigencias que se le presentaban, es impresionante el saber todo el trabajo que hacía él solo y siempre le quedaban fuerzas para un poco más, su ardua labor le llevó a caer en cama, pero hasta que su cuerpo aguantó, “murió en la raya” (S. José Sánchez del Río) ofreciendo su enfermedad por la Confraternidad y por toda la Iglesia. Procuró sufrir en privado y no se dejaba vencer, nos deja un testimonio de saber aceptar la voluntad de Dios, pensando que se completara en él, lo que faltó a la Pasión de Cristo. Y antes de dejar su cuerpo mortal quiso ser sepultado a la entrada del Santuario de la 5ª Aparición Guadalupana queriendo ser un escalón que ayude a ir a Dios, lo que nos da a entender que sigue trabajando, pidiendo ante El Padre por toda la Iglesia.
Las virtudes del P. Enrique son muchas, en especial las que nos falta por vivir son ese espíritu incansable de trabajo y oración; el P. Enrique diría como el Apóstol Pablo: “antes bien he trabajado mucho más que todos ellos”… La gran fe que le caracterizaba, cuando emprendía un proyecto siempre pedía y ponía a hacer oración a todos los grupos parroquiales que tenía, a los conventos y demás religiosas que conocía, bienhechores y obispos conocidos para que el Señor atendiera sus súplicas y se realizaran sus proyectos. La “infinidad” de rosarios que rezaba en especial cuando salía de viaje todo el camino se la pasaba rezando el rosario.
Otro aspecto es la sencillez, bien dice la Carta-Testamento: “Sed siempre sencillos… es la garantía para que el Padre nos siga descubriendo los secretos del Reino”, el P. Enrique estaba empapado de humildad, se comportaba de igual forma con un “rico” que con un pobre.
Un santo es un hombre común y sencillo, un santo no es santo porque nunca en su vida pecó, un santo es un santo porque además de sus virtudes supo reconocer sus defectos, a pesar de sus pecados y miserias supo amar al Señor; andar de continuo como Él anduvo, fue perfeccionándose cada día y supo reconocer sus flaquezas para irlas cambiando y configurándose como Cristo. Sus virtudes las puso al servicio de Dios, sus talentos, cualidades, dones, su libertad, memoria, entendimiento y voluntad; todo lo que tenía y poseía lo puso a disposición de Dios.
Pero sobre todo un santo cumple la voluntad de Dios, sin importar que tan pesada sea la cruz, se entrega, cumple los planes del Señor. El P. Enrique aceptó la cruz de agotamiento que experimenta el cuerpo mortal después de una larga jornada de trabajo, aceptó insultos y humillaciones por parte de los que no lo querían por envidia, el P. Enrique aceptó las carencias económicas y falta de recursos para él y sus seminaristas, aceptó todo ese sufrimiento y la enfermedad que la ofreció por sus “hijos” Operarios, amó hasta el final, dio su vida por la Obra de Dios… eso es lo que hace un “Santo”.
A veintisiete años de su partida al cielo, no nos queda más que exclamar a Dios un canto de agradecimiento, por nuestro Padre Enrique, pues Dios “ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal. 125).
Daniel Díaz Orozco. Seminarista de primero de Filosofía.