I. Con la sociedad
La plena disponibilidad ministerial del sacerdote, en virtud de la comunión en la misión divina universal por el sacramento del Orden, es asumida programáticamente por la Sociedad, para ir a cualquier lugar, ya sea a diócesis necesitadas de sacerdotes o a lugares de misión, especialmente en Hispanoamérica.
La disponibilidad constante para hacer la Voluntad del Padre, hace que los Operarios del Reino de Cristo estén también en continua disponibilidad para aceptar como propio cualquier ministerio o encomienda que el Vicario de Cristo, o los Sucesores de los Apóstoles, la sagrada Jerarquía o sus legítimos Superiores, les encomienden.
b) Con la variante de vida en común
La pertenencia a la Sociedad impone a sus miembros tan sólo la variante canónica de ejercer su vida personal en forma de vida en común.
La vida en común tiene su expresión más profunda en formar una verdadera familia, cuyos vínculos no provienen de la carne y de la sangre, sino de la gracia del Orden (cfr. PDV 74g).
c) Fraternidad Sacramental
El clérigo de la Sociedad, como todo clérigo, viva los vínculos de «íntima fraternidad sacramental» (PO 8) -que une a todos los presbíteros: diocesanos, de la vida consagrada y de la vida apostólica-, para bien suyo y de todos ellos, en la realidad de:
1. Un profundo afecto y caridad sacerdotal de todos ellos.
2. Una hospitalidad sacerdotal amable, acogedora, delicada y generosa, en especial con los hermanos de la Sociedad y del presbiterio en que se encuentre.
3. Una entrega personal por el bien de sus hermanos, aún poniendo su esfuerzo, trabajo y bienes al servicio de ellos.
4. Una gozosa convivencia con ellos «en reuniones, en su vida, en su comunión de vida, trabajo y de caridad» (LG 28d).
d) Identidad de ministerio
El presbítero de la Sociedad y, en su grado, el diácono, cuide que la identidad de misión y ministerio, que le une con todo ordenado -identidad de origen en Cristo; identidad de fin en edificar la Iglesia; identidad de íntima fraternidad por el mismo sacramento del Orden; identidad con los miembros todos del uno y único Colegio Misionero, movida por la caridad sacerdotal; identidad de cooperadores todos de la Una y Única Verdad en la Una y Única Iglesia de Cristo (cfr. PO 8a), cada uno
según su vocación, gracia (cfr. LG 28c) y comunión en la misma misión canónica diocesana-, fragüe de forma real y efectiva en su vida y ministerio en la Iglesia particular y presbiterio en que esté.
e) Comunión en el presbiterio
Todo presbítero, también el de la Sociedad, incorporado al presbiterio de la Iglesia particular en que esté, ama la unidad ministerial inmediata de ese presbiterio con y bajo el Obispo de ella (cfr. CD 28a), como forma existencial de su ministerio sacerdotal en que comulga, invirtiéndola en y para esa «Iglesia en su lugar» concreto (cfr. LG 28b) o Iglesia particular nacida o naciente.
También, por ello mismo, es característica de esta Sociedad no tener un ministerio específico sacerdotal, sino esa plena disponibilidad para todo el abanico de ministerios sagrados en manos del Obispo diocesano.
En el ejercicio externo del apostolado, incluida la cura de almas, el sacerdote operario ha de manifestar también su obediencia y disponibilidad a los propios superiores y a la disciplina de la Sociedad (cfr. can. 678, § 2). De este modo, Los superiores asumen la responsabilidad de vigilar que los sacerdotes de la Sociedad cumplan sus deberes mediante la fidelidad a las leyes de la Iglesia universal y particular, y la observancia de las constituciones.
f) Su integración en el presbiterio
Todo presbítero de la Sociedad sea consciente en y para toda su actuación ministerial en la Iglesia en que se hallare, de que comulga en y de la misión canónica del Obispo de la misma, junto con los sacerdotes de ella, formando todos unidad ministerial entre sí con el Obispo para el pastoreo de esa Iglesia particular, y constituyen el presbiterio diocesano.
g) El trabajo
Nuestro amor a la Iglesia y nuestro ser de Operarios nos exige el amor al trabajo; invierte toda su vida en cada una de sus manifestaciones y vertientes -espiritual, apostólica, física o manual, intelectual, social-, y utiliza todos los medios e instrumentos correspondientes de que dispone en rendir más y mejor en su trabajo, siempre por el Reino de Cristo. Ser Operarios del Reino de Cristo equivale a ser trabajadores, obreros de ese mismo Reino. Todo nuestro ser es para trabajar por el Reino. De ahí que trabajemos para que venga a nosotros y por nosotros el Reino: “adveniat regnum tuum”.
h) Espiritualidad y práctica de los consejos evangélicos
Los Operarios del Reino de Cristo asumen la vida y la práctica de los consejos evangélicos, a tenor de las presentes Constituciones (cfr. cann. 282; 277 y 273; art. 77 § 3, 3).
También están obligados a esa práctica por el espíritu del seguimiento a Cristo, Sacerdote y Víctima, de crecer en Él, Rey desde la Cruz, y para potenciar su disponibilidad en el ministerio de edificar el Reino de Cristo.
II. Castidad
El sacerdote operario, inserto en el misterio de la Iglesia, Virgen y Madre, mediante la promesa de castidad se obliga a una vida de perfecta continencia en el celibato.
Para perseverar en su donación, los sacerdotes de la Sociedad obtendrán la fuerza mediante su unión con Cristo, el trabajo apostólico, la oración, la celebración de la Eucaristía, la devoción a María, modelo de servicio indiviso al Señor, y los vínculos de amistad fraterna entre los sacerdotes.
III. La pobreza
«La pobreza voluntaria es signo muy apreciado, del seguimiento de Cristo, sobre todo hoy» (PC 13a). Hoy, a más del testimonio personal de ser pobres real y espiritualmente, se pide y «debe darse testimonio colectivo de pobreza» (PC 13e).
Cuanto posee legítimamente la Sociedad lo tiene de inversión en sostener el culto, sustentar honestamente a su personal, cubrir y potenciar instrumentalmente su apostolado y hacer obras de caridad con los necesitados (cfr. PO 17c; cfr. can. 1254 § 2).
Predilección por los pobres
El máximo testimonio de pobreza del presbítero lo da su predilección efectiva y delicada por los pobres, «especialmente encomendados a él» por la Iglesia (PO 6c). Vierta sobre ellos todas las posibilidades a su alcance para aliviar sus necesidades, incluso mediante fomento, ayuda y aun creación de instituciones.
El Operario considera título de especial distinción ministerial la asignación a ministerios a los más pobres y humildes.
IV. La obediencia
La obediencia es fruto de la necesidad de toda comunidad de constituir autoridad, respetarla, obedecerla, y aun amarla. Tiene específica importancia y eficacia: ella da unidad, orden y guía a la vida de su comunidad hacia el bien común que busca. En su raíz viene de Dios, autor de la naturaleza social del hombre.