P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC
El Papa Francisco con su lenguaje directo y sencillo nos valora, nos ama y nos abre a reconocer nuestras capacidades y posibilidades en todos los capítulos de los estratos sociales, bajo el cuidado y la ternura de la Santísima Virgen María de Guadalupe, quien “se nos adelantó en el amor”. Durante la oración del Angelus en Ecatepec nos ofreció su visión sobre el trabajo; no es necesario soñar oportunidades en otra tierra, sino en la nuestra. “Que no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar, donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de pocos”. “Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte”. En base al texto de la primera del lectura de la liturgia del domingo primero de cuaresma, cita a Moisés rememorando el origen de Israel, desde Abrahán arameo errante que salió de Ur de Caldea, a la tierra que el Señor le prometió, no sin grandes dificultades; como también el paso de Israel a través del mar Rojo y del desierto. Ya lo decían los antiguos mexicanos o mexicas “un pueblo sin historia no es pueblo”. Qué importancia tan grande tiene la historia objetiva, no la creada por motivos políticos o bajo lentes ideológicos o esa realizada desde el poder, no es historia como lo enseña Ernest Cassirer; tampoco la parodia de historia que hacen algunos novelistas.
La historia es “filia temporis”, es hija del tiempo. Hacer memoria, siguiendo la invitación de Moisés, “queremos ser pueblo de la memoria viva del paso de Dios por su Pueblo, en su Pueblo. Queremos mirar nuestros hijos sabiendo que heredarán no solo una tierra, una lengua, una cultura y una tradición, sino que heredarán el fruto vivo de la fe que recuerda el paso seguro de Dios por esta tierra. La certeza de su cercanía y solidaridad. Una certeza que nos ayuda a levantar la cabeza y esperar con ganas la aurora.” Continúa el Papa: “Con ustedes me uno también a esta memoria agradecida. A este recuerdo vivo del paso de Dios por sus vidas”. Nos invita a “estar en primera línea, a “primerear” en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad”. Lejos pues de nosotros los desalientos causados por los sembradores de odio, los explotadores o intelectuales aurorrefenciales , que hacen de la crítica negativa su prestigio y su fuerza, que no conduce sino al desaliento o a la venganza. Solo un hombre de Dios, como el Papa Francisco, nos devuelve ese espíritu de lucha constructivo, para mejorar nuestro entorno y sobre todo nos alienta en el empeño común de ser una gran nación. Si nos ponemos de acuerdo en la solidaridad y en el apoyo mutuo, seremos una gran nación una patria feliz, antesala del Cielo, en donde es la plena comunión de vida con el ser divino, principio y término de nuestro caminar histórico.