Prisciliano Hernández Chávez, CORC
El diálogo y el encuentro nos permite el modo de ir construyendo el mañana. Los vínculos dañados por falta de comunicación, por falta de respeto para una convivencia saludable ha dañado las relaciones obrero-patronales. Por eso ante las diversas organizaciones de trabajadores, representantes de cámaras y gremios empresariales, el Papa Francisco nos abrió su corazón para invitar a ese diálogo entre aquellos que podría entenderse como antagónicos, y les señala la misma responsabilidad: “buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes…” Oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable; si no esto se termina en la pobreza y la marginación, caldo de cultivo para caer en manos del narcotráfico o de la violencia. Un gravísimo obstáculo es el paradigma de la utilidad económica. Importa más el capital que las personas: “la mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar y descartar (Cf Laudato Si 123). Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días…” “La pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales… “para no perderse en el mar de la ambición”. La Doctrina Social de la Iglesia,-que es la reflexión que la Iglesia ha hecho desde el Evangelio para iluminar las nuevas situaciones de la industria, de la empresa, del trabajo, del capital y de los obreros-, no es contra nadie sino para favorecer a todos: “El trabajo es una instancia de humanización y de futuro”. Así va surgiendo una cultura capaz de promover espacios dignos para todos y para crear un nuevo estilo de Nación. ¿Qué se quiere dejar a los hijos: memoria de explotación, salarios insuficientes, acoso laboral, tráfico de trabajo esclavo o las tres T: Trabajo, Techo y Tierra? No es fácil, “pero es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad”. El lucro y el capital están al servicio del bien común. Si el lucro y el capital están por encima del bien común “se va conformado la cultura del descarte, descartable, excluyente.”
El Papa Francisco nos invita a soñar en un México donde el papá pueda tener tiempo para jugar con sus hijos, igual que la mamá y eso lo va a lograr dialogando, confrontado, negociando, perdiendo para que ganen todos. Soñar en un México que merecen los hijos. México que sepa reconocer la dignidad del otro, dignidad del hijo de Dios. Concluye el Papa, recordando a la Santísima Virgen de Guadalupe, quien escogió y se reveló en San Juan Diego, -a los aparentemente dejados de lado-, y convirtió en sus testigos privilegiados. El humanismo centrado en la persona para que el trabajo sea una bendición, no una maldición. Pueden servirnos los 14 consejos de W. Edwards Deming, de la Calidad Total, -a quien consideran en Japón el Padre de la Tercera Revolución Industrial-, aplicados en perspectiva cristiana, con motivaciones desde una antropología cristiana y católica del trabajo.