Pbro. Prisciliano Hernández Chávez, CORC
El ser la célula primera y fundamental de la sociedad, la Familia, ha sido diseño, creación y mandato de Dios, quien nos creó según su imagen y semejanza; como Familia es El, en la diversidad de las personas y la comunión en la misma esencia, única e irrepetible. El hombre o la mujer solos y solitarios, son imagen incompleta de Dios, Familia, de Dios Amor; para recordar a San Juan de Cruz quien nos habla del Padre amante, del Hijo amado y del Espíritu Santo, Amor. Es la familia la primera escuela de las virtudes sociales que toda sociedad necesita para la convivencia humana. Pero existen ideologías que buscan “deconstrir” a la familia, según patrones bajo el signo del egoísmo, la perturbación psicológica y el aplauso de ciertos sectores de la sociedad ideologizada y de aparente modernidad. Nos previene el Papa Francisco: “… la familia está siendo debilitada, cuestionada. Como se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades, que bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento. Y se van inoculando en nuestras sociedades, se dice sociedades, libres, democráticas, soberanas se van inoculando colonizaciones ideológicas que la destruyen y terminamos siendo colonias de ideologías destructoras del núcleo de la familia”. Somos testigos mudos de la ingeniería social, de los políticos y gobernantes proclives a las ideologías antifamilia: películas, novelas, tv, revistas, Internet, crean este contexto preocupante. La subjetividad, la pasión, la inmadurez y las heridas, dan pauta fácil a este cambio de mentalidad y de vida.
Los avances tecnológicos no han repercutido en los avances generalizados de la comprensión de la persona interpersona, del yo abierto al tú en la diferencia sexuada, comprometida, respetuosa y amorosa. El aislamiento y la precariedad hacen más vulnerable a la persona para tomar caminos equivocados. “Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad” nos señala el Papa Francisco como solución compartida y de la mano para abrazar a los que sufren el aslamiento, niños, adolescentes, jóvenes. Vivir en familia, no es fácil porque nadie es perfecto. Pero el Papa Francisco dice que “Prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. El Papa es realista ante la cotidianidad de la vida en familia: “Es mentira que una familia perfecta nunca discute. Mentira. Es conveniente que de vez en cuando discutan. Y que vuele algún plato. Está bien, no tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer la paz. Porque si terminan en guerra van a amanecer ya en guerra fría.” Por eso al final es mejor amar, fruto del diálogo y de la empatía, que tener razón a machaca martillo. Las diferencias son riqueza; el pensamiento único es imposición fruto del capricho y la inmadurez.
Es necesario que en familia nos tomemos amorosamente en serio. Fue conmovedor y hermoso que el Papa asumiera esta expresión tan coloquial y mexicana de “echarle ganas”, dicha por un niño enfermo, Manuel, acompañado de sus padres; expresión que la relaciona con el Padre en las diversas etapas de la Historia de la Salvación: en el exordio de la Historia ante la culpa de nuestros jóvenes primeros Padres, ante Israel a través del desierto, ante la encarnación de su Hijo “el Padre le echó ganas” para realizar su plan de amor ante nuestra dramática historia, de rechazo de Dios y de su proyecto; pero Dios ante nuestros rechazos y debilidades, Él le echa ganas. Y lo aplica también al Espíritu Santo en medio nuestro: “echamos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar y a familia”. Este es el reto, este es el aliento de vida para sanar a la sociedad enferma. Si la sociedad está enferma por muchos capítulos, se debe a las familias enfermas y heridas por egoísmos, inmadureces e ideologías malsanas. ¿Podemos “echarle ganas a la familia para tener una vida con sabor a hogar? Termina el Papa Francisco recordando a la Guadalupana nuestra Madre que nos da un plus de hijos; Ella que le echó ganas para darnos a su Hijo.