Tentaciones que fracturan la unidad e impiden el proyecto de Dios

Pbro. Prisciliano Hernández Chávez, CORC

El bautismo es un hecho de gracia. Es un signo efectivo por la Pascua de Cristo administrado por la Iglesia. Este tiempo de Cuaresma recuerda este regalo de Dios que nos ha hecho hijos de Dios. Es el “Dios del Padre nuestro, no del padre mío y padrastro vuestro”. El fundamento de la fraternidad es la conciencia de la paternidad de Dios. Este sueño de Dios se ve amenazado por el padre de la mentira: genera una sociedad dividida y enfrentada, una sociedad de pocos y para pocos, señala el Papa. Las tentaciones del Evangelio de hoy, son tres para Cristo y tres para el cristiano. La primera es adueñarnos de bienes que han sido dados para todos y utilizándoles tan sólo para mi o para los míos. Tener pan a base del sudor de otros, pan corrupto que se da a comer a los propios hijos.

La segunda tentación es la vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que no son como uno. La tercera, el orgullo. La conciencia de la propia excelencia con el menosprecio de los demás, decía Santo Tomás. Es ponerse en un plano de superioridad. ¿Hasta donde somos concientes y nos hemos habituado a estas tentaciones?, inquirió el Papa.¿Hasta donde creemos que el cuidado del otro, por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza? Por eso la Iglesia nos regala este tiempo de Cuaresma para la conversión, para sanar nuestros corazones. Dios tiene un nombre: misericordia. Que el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, concluyó el Papa ante una multitud en Ecatepec, uno de los municipios más grandes de México.

Autor entrada: SGCORC