-P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC
Este 2 de noviembre por la noche, iniciamos en el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús de la Misericordia (Privada Circunvalación 10, Col. Jardines de Querétaro), la misa por los Difuntos Olvidados e Ignorados; los sin rostro y sin nombre, los hermanos de las fosas comunes. Para el Dios vivo y verdadero, para Jesucristo nuestro Dios y Señor que asumió nuestra condición humana, experimentó el rechazo, un juicio inicuo, una pasión cruel en la crucifixión y en la pasión interior de su Corazón, asumió el dolor de los que murieron sin el calor de la familia, sin el acompañamiento de un amigo, en la soledad del completo abandono social. Ante El y ante el Padre, el Abbá de todos, son reconocidos con su rostro y llamados con su nombre. Ellos en su momento también habrán de resucitar en Cristo y por Cristo. “In carne beati esse volumus”,-con nuestra propia carne queremos ser dichosos-, sentenciaba san Agustín. Ellos también, necesitados, más que nadie de misericordia y de ser recordados en la súplica, porque es bueno orar por los difuntos y es una obra de misericordia, al alcance de todos. Qué bueno que lo hagamos por nuestros seres queridos que construyeron un “nosotros” familiar, amical y social; pero también ellos, han sido invitados, desde las encrucijadas de los caminos de la vida, al banquete del Reino: “vengan benditos de mi Padre…” Oremos por ellos, de continuo; mientras escribo esto, un hermano ya fue lanzado a la fosa del olvido.